Pintura de R. Olbinski.
Un poema luminoso
(Ejercicio de rima, en dos sonetos
dodecasílabos ternarios)
Cuán perpetua ante la pluma la batalla;
que el ingenio permanentemente ralle
y magnánima la musa te avitualle
de vergeles que desborden tu atalaya.
Mas si un día no fondea tu escandallo
y el suspiro fatigado te atropella,
si el errar del almanaque deja huella
y la angustia te proclama su lacayo…
¡Ve detrás de algún lucero que centelle,
de esa estrella de tan mágico destello!
¡Pinta un sol de colorada gargantilla,
di a la brisa que jazmines te resuelle,
vive el tacto de la seda del cabello
de algún hada que dormite en tu rodilla!
¡ Queda mar que a tu pupila maraville,
quedan labios de meloso azucarillo,
altozanos bendecidos de tomillo
y palabra que a tu pluma se arrodille!
¡Queda verso guarecido en la tramoya
y dilema que tu ingenio desembrolle,
el aliento del amigo que te oye
y aire dulce en la celeste claraboya!
Hoy la nube que sorbía de tu arroyo
enlutada como el lustre de la hulla
a la orilla de la aurora se diluye,
y al socaire del rompiente de tu escollo
biennacido, cual un niño al que se arrulla,
un poema luminoso se construye.
Un poema luminoso
(Ejercicio de rima, en dos sonetos
dodecasílabos ternarios)
Cuán perpetua ante la pluma la batalla;
que el ingenio permanentemente ralle
y magnánima la musa te avitualle
de vergeles que desborden tu atalaya.
Mas si un día no fondea tu escandallo
y el suspiro fatigado te atropella,
si el errar del almanaque deja huella
y la angustia te proclama su lacayo…
¡Ve detrás de algún lucero que centelle,
de esa estrella de tan mágico destello!
¡Pinta un sol de colorada gargantilla,
di a la brisa que jazmines te resuelle,
vive el tacto de la seda del cabello
de algún hada que dormite en tu rodilla!
¡ Queda mar que a tu pupila maraville,
quedan labios de meloso azucarillo,
altozanos bendecidos de tomillo
y palabra que a tu pluma se arrodille!
¡Queda verso guarecido en la tramoya
y dilema que tu ingenio desembrolle,
el aliento del amigo que te oye
y aire dulce en la celeste claraboya!
Hoy la nube que sorbía de tu arroyo
enlutada como el lustre de la hulla
a la orilla de la aurora se diluye,
y al socaire del rompiente de tu escollo
biennacido, cual un niño al que se arrulla,
un poema luminoso se construye.
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